Últimamente suelo
empezar algunos cursos de formación del profesorado con una reflexión sobre ¿Quiénes
somos los que participamos en el curso y por qué lo hacemos?
La idea es que los
participantes reflexionen sobre sus razones para dedicar su tiempo a este tipo
de actividades que les permiten aprender a mejorar esa parte de su oficio para
la que la mayoría no han sido formados: la docencia.
Suelo también plantear
en la primera parte de la sesión, una experiencia de choque que se inicia con el enigma de van der Vleuten que consiste en
responder a la siguiente pregunta planteada por el catedrático Cees van der
Vleuten en su conferencia de aceptación de la Cátedra en Educación Medica de la
Universidad de Maastricht. Este enigma se plantea así:
¿Por qué el profesor universitario de medicina cuando actúa como médico o investigador usa la mejor información disponible en la literatura especializada, y sin embargo, cuando actúa como profesor se deja guiar por la tradición y la intuición personal?
¿Por qué el profesor universitario de medicina cuando actúa como médico o investigador usa la mejor información disponible en la literatura especializada, y sin embargo, cuando actúa como profesor se deja guiar por la tradición y la intuición personal?
El camino hacia la
respuesta pasa por darse cuenta de que en el primer caso, el profesor
universitario de medicina se comporta como un profesional responsable de la
medicina (expuesto a denuncias por negligencia médica) que usa la mejor
información disponible, mientras que en el segundo caso no se comporta como un profesional sino que se comporta como un amateur
que ignora (y hasta desprecia) la información publicada en la literatura sobre
mejores prácticas en enseñanza y aprendizaje universitarios.
Todavía recuerdo como la primera vez que lei la conferencia de Van der Vleuten entré en estado de shock al descubrir lo culturalmente asumida que tenemos la falta de profesionalidad en nuestra faceta docente hasta el punto de que nos parezca algo normal e imperceptible.Suelo conducir la discusión para que los participantes se vayan dando cuenta de que la tradición imperante en las universidades de nuestro país es que los profesores universitarios se comporten como profesionales de su especialidad pero no se espera de ellos que apliquen ese mismo nivel de exigencia profesional a su docencia. A veces consigo que se produzca un descubrimiento progresivo de este hecho.
Todavía recuerdo como la primera vez que lei la conferencia de Van der Vleuten entré en estado de shock al descubrir lo culturalmente asumida que tenemos la falta de profesionalidad en nuestra faceta docente hasta el punto de que nos parezca algo normal e imperceptible.Suelo conducir la discusión para que los participantes se vayan dando cuenta de que la tradición imperante en las universidades de nuestro país es que los profesores universitarios se comporten como profesionales de su especialidad pero no se espera de ellos que apliquen ese mismo nivel de exigencia profesional a su docencia. A veces consigo que se produzca un descubrimiento progresivo de este hecho.
Otras veces se
genera un agrio debate sobre la falta de reconocimiento institucional del
esfuerzo de los docentes en marcado contraste con el reconocimiento que
obtienen los que publican artículos que casi nadie lee o logran financiación
para proyectos de investigación u ocupan determinados puestos de gestión
académica. También suele discutirse sobre el absurdo procedimiento de que los
“incentivos” a la docencia que las universidades concedan indiscriminadamente tanto
a los mejores como a los peores profesores.
Otras veces algún
participante espabilado que esta inspirado ese día o que ha leído mi blog profesor 3.0 descubre la
conclusión a la primera: la tradición en la universidad es tomarse la docencia
como una ocupación secundaria y accesoria que no merece mayor celo profesional
y esfuerzo que los mínimos establecidos: cumplir lo que ponga en las guías
docentes de las asignaturas, firmar las clases y usar la plataforma de
e-learning institucional.
También es tradición en las universidades de
nuestro país tildar de herejes a los innovadores y quemarlos en público para
suprimir el disenso y la heterodoxia (por eso Luis Vives no se dejo tentar para
venir a enseñar a la Universidad Complutense pues temía a la inquisición y a sus
incendiarios métodos para el mantenimiento de la ortodoxia). Todavía hoy en día
algunos de estos profesores con mucho apego a la rancia ortodoxia, ignoran la
literatura sobre aprendizaje y enseñanza universitaria e incluso se permiten el
lujo de despreciar a los escasos compañeros que si intentan usar esa literatura
para mejorar su práctica docente.
Es un contraste muy
aparente y llamativo que en un ámbito de nuestra actividad (especialidad disciplinar
e investigación) los profesores universitarios sigamos los dictados de la mejor
evidencia publicada en la literatura y en el otro (docencia) sigamos haciendo
lo que nos da la gana. En un caso nos guiamos por la evidencia científica
publicada mientras en el otro nos guiamos por aquello que nos dicte la rancia tradición departamental o que nos sea más cómodo y
conveniente (normalmente ambas cosas suelen coincidir bastante).
Es también muy indicativo que una inmensa
mayoría de los profesores universitarios sean tan inconscientes de las
limitaciones de su forma de proceder como docentes. Actuar con esta
inconsciencia esta tan asumido culturalmente en nuestras facultades que casi
nadie se da cuenta de que nuestra forma de enseñar es muy poco profesional y
muy desinformada. He podido comprobarlo en repetidas ocasiones como a casi
todos los profesores universitarios nos pasa desapercibida esta incongruencia (hasta
que alguien nos enfrenta al enigma de van der Vleuten).
En cualquier caso suelo cerrar la discusión señalando
que esta diferencia entre un comportamiento profesional en la especialidad disciplinar
y en la investigación y el comportamiento temerariamente amateur en la docencia, es una grave anomalía que debería ser corregida si de
verdad quisiésemos mejorar el aprendizaje de los alumnos a los que pretendemos
formar.
Después expongo lo
que la evidencia científica ha demostrado que es lo mejor para que los alumnos
universitarios aprendan (tenemos hasta meta análisis que comparan los
resultados de cientos de clases de cientos de asignaturas con metodología tradicional pasiva frente a la
incorporación de actividad del alumno en las clases). La conclusión de estos
estudios es muy clara para los que prefieren no cerrar los ojos ante la
evidencia: los métodos activos y los modelos de aprendizaje que los propician como el aprendizaje inverso o flipped
learning producen mucho más y mejor aprendizaje que los métodos
tradicionales.
La evidencia publicada en las últimas décadas deja claro que el sermón magistral, el monólogo del profesor, no es la mejor forma de enseñar y no es la mejor forma de usar el tiempo en clase (aunque si la más fácil para el profesor que ya se sabe casi de memoria lo que debe recitar para rellenar con monólogo todo el tiempo de clase) o para el que no tiene vergüenza de leerlo del Powerpoint que copia y pega desde alguna fuente.
La evidencia publicada en las últimas décadas deja claro que el sermón magistral, el monólogo del profesor, no es la mejor forma de enseñar y no es la mejor forma de usar el tiempo en clase (aunque si la más fácil para el profesor que ya se sabe casi de memoria lo que debe recitar para rellenar con monólogo todo el tiempo de clase) o para el que no tiene vergüenza de leerlo del Powerpoint que copia y pega desde alguna fuente.
La literatura sobre
el aprendizaje universitario demuestra que existen otras formas de enseñar que
producen más aprendizaje y de mayor calidad. El problema es que estas
alternativas mejores para el aprendizaje exigen a los acomodados profesores
abandonar cómodas rutinas y cambiarlas por métodos que desconocemos y que nos exigirían
hacer cambios en nuestros roles, arriesgar y trabajar más (no, gracias). En el fondo a los
profesores universitarios no nos da la gana aceptar este hecho científicamente
constatado porque su consecuencia lógica inmediata es que tenemos que abandonar
nuestra cómoda forma de enseñar y cambiarla radicalmente por otras formas de
enseñar que si producirán más aprendizaje pero que nos harán trabajar más.
Ken Bain en su
afamado libro "What the best college teachers do" estudió la forma de enseñar de
una cohorte de profesores que eran reconocidos por sus exalumnos como aquellos
que más les habían aportado a su conversión en profesionales exitosos en sus
carreras profesionales. El modo de enseñar de estos profesores se apartaba en
mucho de los métodos tradicionales. La portada del libro en su edición original
en inglés mostraba a un profesor haciendo el pino con una mano. El mensaje es
claro los profesores extraordinarios hacen cosas extraordinarias para que sus
alumnos trabajen y aprendan. Las Universidades de valencia y Vigo realizaron
traducciones del libro para facilitar el acceso del profesorado local a los
secretos de la docencia de los mejores
profesores universitarios de Estados Unidos.
What the best college teachers do
What the best college teachers do
No voy a comentar
aquí sobre qué es lo que diferencia a los mejores profesores según el libro de
Bain (que es lo que el lector inquieto por mejorar deseará saber) pues
reventaría el objeto esta entrada que no es otro sino el de usar esas
diferencias entre los profesores ordinarios y extraordinarios (descritas en el
libro de Bain) para construir un test que te permitirá saber si vas camino de
convertirte en uno de los mejores profesores o si por contra, te mantienes en
el nivel de mediocridad en el que permanecen tantos profesores universitarios
ordinarios que no se preocupan lo suficiente (que debe ser mucho) por mejorar
como docentes.
Puedes responder a
este test y descubrir si eres un profesor extraordinario en muy poco tiempo (la
mitad de los profesores que ya lo han hecho invirtieron un tiempo inferior a
cinco minutos en responderlo) y a cambio obtuvieron un gratuito y certero
diagnóstico, un oráculo esclarecedor, sobre lo que deberían hacer para orientar
su carrera académica hacia la mejora:
Link al cuestionario
de caracterización del profesorado universitario : ¿En
que grado tu concepción sobre el aprendizaje se parece a la de los profesores
extraordinarios del libro de Ken Bain?
¿Qué tal os ha ido
con el test?
Suma los puntos de
las distintas preguntas según se indica al final del cuestionario. A
continuación se explica cómo interpretar la puntuación que hayas obtenido.
De 33 a 40
puntos. Tal vez la enseñanza no sea lo
tuyo. Realmente eres un profesor muy ordinario y un negacionista de la innovación
y del EEES. Deberías pensar en: prejubilarte, centrarte en otras actividades
que causen menos perjuicio a la juventud universitaria: investigación, política
académica (preséntate a rector) o cambiar a otra profesión. Tendrías gran
futuro en el lado oscuro de la universidad. Deberías apuntarte al equipo de
algún candidato inmovilista a rector con posibilidades de ganar. Debes reflexionar sobre si la docencia es tu
auténtica vocación o prefieres dedicar tus otros talentos a la política
académica.
De 25 a 32.
Necesitas actualizar tu formación docente con suma urgencia, leer libros sobre
docencia universitaria, conocer ideas nuevas sobre enseñanza, reflexionar sobre
lo que quieres que aprendan tus alumnos y probar nuevos métodos didácticos.
De 21 a 24. Eres un
buen profesor. Vas por el buen camino para adaptarte a los nuevos métodos de
enseñanza en el siglo XXI, busca compañeros con los que puedas trabajar en
equipo (team teaching), crea un grupo de innovación, innova y aprende de la
experiencia.
De 17 a 20 Tus
alumnos son afortunados por tenerte como profesor, tienes madera de líder en innovación
educativa, deberían nombrarte coordinador del grado, tu institución debería
aprovecharte como agente del cambio para ser mentor de los compañeros más
novatos y coordinador de equipos docentes para así contribuir a su desarrollo
profesional.
De 8 a 16 Eres un
profesor extraordinario. Muchos de tus alumnos te recordarán como el mejor
profesor de su carrera, él que más les hizo cambiar y madurar personal y
profesionalmente. Deberías dedicarte a difundir tus extraordinarias prácticas
docentes entre tus compañeros. Tienes un gran futuro en la formación del
profesorado.
Los que hayan sacado
más de 33 puntos deberían dedicarse a otra actividad distinta de la enseñanza.
De los que han contestado el cuestionario por ahora no hemos descubierto ningún
candidato a rector. Los que saquen 32 o menos deben perseverar para seguir
mejorando como profesores.
Aquí van algunas
sugerencias al respecto:
Leer algún libro
sobre educación universitaria encontrarás sugerencias en Lecturas para el verano para profesores que quieren mejorar el aprendizaje de sus alumnos
Plantearte innovar y mejorar las metodologías que usas
para que tus alumnos aprendan. Puedes encontrar ideas al respecto en El flipped learning mejora el aprendizaje universitario
Compartir ideas con
tus compañeros. Hay comunidades de aprendizaje on line para profesores cómo:
o
Seguirme
en twitter https://twitter.com/AlfredoPrietoMa . Mi identidad
en twitter es @alfredoprietoma mis twetts se refieren a recursos útiles para
mejorar la enseñanza.
En
mi canal de youtube
En
mi slide share http://www.slideshare.net/alfredo.prietomartin
Si queremos mejorar
el aprendizaje de nuestros alumnos también debemos cambiar radicalmente nuestra
forma de evaluar. El seminario sobre evaluación de la Universidad de Harvard
estudió la opinión de los alumnos sobre que asignaturas habían sido más
eficaces para lograr que aprendieran. Los alumnos de Harvard señalaron que
fueron aquellas en las que el sistema de evaluación les permitía recibir
feedback del profesor y utilizarlo para
mejorar su aprendizaje.
¿Lo permite el sistema de evaluación de nuestras asignaturas?
Debemos hacer un cambio real hacia una evaluación adelantada y formativa integrada en las clases para así profundizar la comprensión y el desarrollo de competencias en nuestros alumnos. Debemos reflexionar sobre cuáles son los mejores usos que podemos dar al tiempo de clase para que nuestros alumnos aprendan y se desarrollen (si es que su aprendizaje nos importa).
¿Lo permite el sistema de evaluación de nuestras asignaturas?
Debemos hacer un cambio real hacia una evaluación adelantada y formativa integrada en las clases para así profundizar la comprensión y el desarrollo de competencias en nuestros alumnos. Debemos reflexionar sobre cuáles son los mejores usos que podemos dar al tiempo de clase para que nuestros alumnos aprendan y se desarrollen (si es que su aprendizaje nos importa).
Para esto debemos
arrinconar la falsa idea de que somos excelentes y perfectos. Esa tontería que
tantas veces hemos oído en los discursos pronunciados en actos de exaltación
académica por autoridades académicas embriagadas por el triunfalismo que más o
menos dicen: "Enseñamos fenomenal, nuestros profesores están
excelentemente formados, gracias a nuestros excelentes programas de formación
del profesorado. En fin somos tan
excelentes que no hay nada que cambiar. Somos tan buenos que en el ranking tal
y cual, hemos quedado fenomenal (por supuesto se omite citar aquellos otros
rankings en los que la universidad en cuestión quede fatal).
La realidad es que
la comunidad universitaria no debería encomendar su futuro a quienes son
capaces de dar tales muestras de desprecio por la realidad, que no es otra sino
que es mucho lo que debemos cambiar en nuestra forma de enseñar para así
lograr que nuestros alumnos aprendan algo más, se desarrollen algo mejor y
quieran seguir matriculándose en nuestras instituciones.
A continuación suelo
explicar que los profesores universitarios somos profesionales enfrentados a un
gran reto para el que lamentablemente no hemos sido debidamente preparados (por
mucho que lo intentemos disimular en nuestros discursos académicos escritos con
tinta de calamar y oropel).
El reto docente de las universidades como entornos para que se produzca el aprendizaje de sus alumnos
El reto docente de las universidades como entornos para que se produzca el aprendizaje de sus alumnos
El reto no es
otro que el de transformar a nuestros alumnos, ayudarles a desarrollarse,
ayudarles a aprender los conocimientos y desarrollar aquellas competencias que
les serán necesarias para el ejercicio de los perfiles profesionales propios de
su grado y el aprendizaje autónomo en redes profesionales. El gurú de gurús y
profesor de profesores de profesores, Lee D. Fink, de la U Oklahoma dice que
nuestra misión como docentes es contribuir a que se produzca la milagrosa
transformación de los estudiantes que nos llegan de secundaria y bachillerato,
en ciudadanos y profesionales universitarios conscientes y competentes.
Debemos ser capaces de aportar valor añadido a nuestros estudiantes en la forma
de competencias que han desarrollado gracias a las experiencias educativas que
les brindamos en nuestra institución.
Esta transformación
tan radical es una transmutación milagrosa de los seres humanos a los que
enseñamos. Si los alquimistas pretendían convertir sustancias comunes y baratas
como el plomo en sustancias de enorme valor como el oro, los profesores universitarios
deberíamos plantearnos que nuestra misión también es una transmutación no menos
milagrosa: convertir a los alumnos que nos llegan desde el bachillerato en
titulados dotados de aquellas competencias profesionales necesarias para
desempeñar los perfiles profesionales propios de su titulación superior.
La falta de
preparación del profesorado en relación a la docencia se refiere al hecho fácilmente constatable que los profesores universitarios somos expertos en nuestra
disciplina y también en integrarnos en anquilosadas jerarquías académicas
coleccionando aquellos méritos curriculares más valorados y cultivando las relaciones
de sometimiento personal que hagan falta para ello. Sin embargo, en general
carecemos de formación en aspectos muy decisivos para nuestra eficacia como
enseñantes. Carecemos casi por completo de formación en aspectos clave como por
ejemplo (por citar unos cuantos):
1. Saber cómo
interaccionar mejor (tanto presencialmente como virtualmente) con nuestros
alumnos y motivarles para que trabajen por su aprendizaje.
2. Conocer los avances
en metodologías y tecnologías educativas que se usan en las mejores
universidades de los países anglosajones.
3. Dominar los
principios del diseño educativo y la programación orientada al desarrollo de competencias
en nuestros alumnos (muchos todavía actúan como si no hubiesen logrado
interiorizar el concepto de competencia).
4. Ser expertos en la
implementación de las estrategias de motivación más eficaces para que nuestros
alumnos se esfuercen y aprendan.
5. Saber crear
e implementar sistemas de evaluación continua que permitan mejorar el
aprendizaje de nuestros alumnos.
6. Entender los usos
de la evaluación del aprendizaje y como usar esta para mejorar el nivel de
aprendizaje de nuestros alumnos y la enseñanza que sus profesores les
proporcionamos.
7. la gestión de
retroinformación en el proceso de diálogo con los alumnos, la atención al
alumno en entornos masificados.
8. Dominar las
tecnologías on line aplicables a la enseñanza virtual presencial y blended.
9. Los métodos de fomento y comprobacuión del estudio previo que permiten la implementación de un modelo de flipped
learning.
10. la gamificación para motivar a nuestrosalumnos a realizar las acciones que les llevarán a prender.
y un largo etcétera.
Dominar todo
esto sin un buen sistema de formación continua y desarrollo profesional como el
que hay en las universidades anglosajonas (y del que la mayoría de las nuestras
carecen) no parece cuestión de ciencia sino de magia o alquimia. Para
comprender la diferencia basta un simple ejemplo hay universidades anglosajonas
que organizan más talleres de formación continua de su profesorado en un mes que los que
aquí suele organizar una universidad española en un año.
Si admitimos que
estos tres hechos son ciertos:
1 la extrema
dificultad del reto docente universitario
2 la preocupante
falta de preparación docente del profesorado y
3 la plena inconsciencia personal e institucional
que tenemos acerca de la magnitud y el alcance de este problema.
Entonces es claro
que para conseguir tener éxito en nuestra misión docente deberemos primero
reconocer el problema y poner remedios más eficaces a la falta de formación de
nuestro profesorado. Lamentablemente parece que a muchos líderes académicos les
falta la claridad mental necesaria para hacer la conexión neuronal entre estos
tres hechos pero confiemos en que algún día sepan abrir sus ojos ante la evidencia
y reconocer la realidad y la necesidad de empeñarse en cambiarla antes de que
sea demasiado tarde, pues como dice Welch .
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